lunes, octubre 22, 2007

La "realidad"del pato: su componente religioso, su componente teocrático-político

La “realidad” del pato: su componente religioso, su componente teocrático-político*.
Hablan de realidad psíquica…no llamaría a nada con un término semejante, porque la psique, justamente, es lo que todo el mundo trata de evitar, eso trae increíbles dificultades, eso entraña un mundo de suposiciones, eso supone todo, eso supone a Dios en todo caso: ¿dónde estaría el alma si no hubiera Dios, y sí Dios, además, no nos hubiera creado expresamente para tener una?
A la manera de Jacques Lacan

En la semana del 14 al 21 de octubre de 2007, recibimos una lección en México, una clase o conferencia magistral, sobre el delicado tema de la “realidad”; en el psicoanálisis se conocen los dolores de cabeza que ese tema religioso provocó a Freud y las consecuencias que luego impactaron en su doctrina: ¿Cómo se tiene acceso a la realidad? ¿Se puede (como se pregona) tener acceso a ella de manera objetiva? Y más aún ¿Quién garantiza esa realidad? Para un creyente, Dios sostiene la realidad de las cosas que ocurren y le ocurren; Dios tiene condiciones para hacerlo pues él creó esa realidad.
Los encargados de esa lección fueron varios miembros de la familia revolucionaria. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, declaró: [Hay]“un gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos, que emite decretos, que nombra funcionarios, que toma decisiones, que maneja el presupuesto, que envía iniciativas y que de hecho está reconocido por toda la sociedad” (La Jornada, 19/20/2007), luego le siguieron el gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel, la gobernadora de Zacatecas Amalia García y el candidato a la gubernatura de Michoacán, Leonel Godoy quien aseveró “están mal de sus facultades mentales los que no acepten que el presidente es Calderón”. Por otro lado, la diputada Ruth Zavaleta explicó “Entonces, hay una realidad; no podemos decir, y se lo he dicho a los compañeros que me cuestionan, que hay un pato que hace como pato, camina como pato, hace cua-cua, y no por ser perredista lo [veo] voy a ver si hace croac-croac, ¿verdad? Entonces trae un problema de visión; aunque es molesto, es la realidad…” (La Jornada, 20 de octubre 2007). Más allá de los acuerdos, las tácticas y las estrategias políticas en juego, acordadas o no entre ellos, es el lenguaje quien los une — una cita con el lenguaje —. Cada uno a su turno ofreció, y dio, una lección respecto de la realidad”: “la realidad es la realidad” (Moliére, El enfermo imaginario).
En primer lugar, la realidad es un elemento del lenguaje, y éste, reunió a cada uno de esos políticos con la realidad que pregonan, fueron reunidos por el término realidad. En segundo lugar, ese término se presenta con un alto impacto de verdad pues con mucha facilidad se le atribuye un alto valor de verdad objetiva.
La lección de realidad partió de un punto: ellos ven algo y otros, algunos de nosotros (muchos o pocos) no lo alcanzamos a ver, eso nos “impide” sacar las debidas conclusiones de la “realidad” que no vemos, y por ello, se encargan de mostrar – y ”demostrar” – que estamos ciegos sin darnos cuenta, y en consecuencia, cada uno de ellos es nuestro lazarillo: “Aquí hay una piedra”; “Aquí un presidente”, ”Aquí un pato”, ”Allí un alterado mental”.
Además, enseñan empleando una figura del lenguaje: “Camina como un pato, grazna como un pato, obra como un pato, entonces es un pato". Dada la posición de los declarantes se requiere tomar en serio las citas mencionadas, las citas con el lenguaje, a efectos de interrogar la “realidad” que ellos ven, así como su lección para verla y (según ellos) salir de nuestra ceguera. “Veremos dijo un ciego”. Veremos los puntos ciegos que esa propuesta, esa cita, introduce no sólo en la vida política sino en la Psicopatología de la vida cotidiana (S. Freud, 1901)
El texto de Freud que hace referencia a ésta, trascendió el campo del psicoanálisis, convirtiéndose en uno de sus libros más difundidos, leídos y citados ¿A qué le debe tanta fama? Freud construyó con disimulación honesta una burla a la psicopatología médica, psiquiátrica y psicológica, (broma vigente en la actualidad); chacoteó con la psicopatología al estudiar las jugarretas que el lenguaje provoca en cada persona cuando habla: los olvidos de nombres, de objetos, de fechas; las equivocaciones en la conversación, los errores en la escritura, los actos fallidos y las supersticiones, así como otros accidentes que son parte de la experiencia cotidiana de cada uno de nosotros, porque estamos habitados por el lenguaje y nos lanzamos a decir o hablar a otros.
Vivimos, padecemos y producimos esos tropiezos sin estar afectados por ninguna psicopatología, Freud lo demostraba tomando el caso de alguien que decía un nombre por otro, por ejemplo, nombrar a Jorge Luis Borges como “Jorge Luis Borgues” o “José Luis Borges”. En ese punto Freud no se hacía pato, ni tampoco veía allí a un pato inculto, localizaba algo que se mostraba al margen de la voluntad, de la conciencia, incluso de la cultura de quien lo decía pues el lenguaje no se somete a la propiedad privada de quien habla. Ese traspié del ex presidente Fox, así como algunos más, fueron tomados por los sectores cultos de nuestra sociedad como una muestra de su “realidad inculta o de su inculta realidad”: “un gerente de Coca-cola con botas”. Después, su ex vocero de prensa declaró: “Los tropiezos o gazapos de Vicente Fox fueron efectuados adrede, fueron hechos de forma consciente, deliberada... luego se corroboraba que con ellos aumentaba la aprobación de la figura presidencial entre los sectores populares” (Conferencia de Rubén Aguilar Valenzuela, Foro Mundial de las Culturas, 2007, Monterrey, Nuevo León).
Notemos que reconocer que daban “gato por liebre”, no lo exime de mostrar esa forma de trueque como táctica y estrategia para obtener aprobación en las encuestas. Lo reconocen, sin embargo no saben qué es lo que reconocen; el lenguaje les cobró su intento de manipularlo, en la declaración aparece la mano del lenguaje haciendo ver un fragmento de verdad en esas mentiras: Rubén Aguilar V., muestra algo que se presentaba como pato, graznaba como pato, obraba como pato, y sin embargo, él reconoce que era patito. Un patito reivindicado cómo “un logro en la comunicación del ex presidente”.
¿Dónde quedó esa “realidad” que no vemos?
Cuauhtémoc Cárdenas, Lázaro Cárdenas Batel, Amalia García, Leonel Godoy y Ruth Zavaleta (más allá de si lo acordaron entre ellos previamente), unidos por el lenguaje presentan de singular manera su posición. Con ella se puede discrepar, acordar o rechazar; aquí sólo analizamos el estilo con el que esa “realidad” compartida por ellos es construida. C. Cárdenas añadió un toque más: “Me parece que es una realidad que no se puede desconocer” (Público, 21/10/2007).
El biopoder es una nueva instancia del poder destinada a controlar los cuerpos y la subjetividad de los miembros de la sociedad (M. Foucault, Seguridad, territorio, población). Esa nueva modalidad del poder se ejerce a través de instancias sutiles que van desde la demografía, la planificación familiar, los planes de salud, la enseñanza, la administración de reglas de eugenesia, y otras. ¿Quién se puede oponer a la campaña de persecución contra los fumadores, si la misma se hace a nombre del bien de ellos y de la realidad de cuidar la salud? Sin embargo, como ellos no reconocen la realidad de la salud, se los persigue y obliga a dejar de fumar. Ese biopoder ha tomado a su servicio, (vía la industria farmacéutica) una cantidad de elementos de la psiquiatría, de la psicología y — lamentablemente — también algunos componentes del psicoanálisis. El biopoder introduce la psiquiatrización de la política por vía de la clasificación psicopatológica, llamada diagnóstico; ya no se hacen análisis políticos, en su lugar se hacen diagnósticos de esa actividad. Por ejemplo, cuando se dice que “Fox es un bipolar” o “Fox es así pues emplea Prozac” o “Calderón es un sociópata pues gusta cantar el corrido El hijo desobediente”, es semejante — o igual — a los diagnósticos de Enrique Krauze al decir ”Si López Obrador no se atreve a ver con ojos críticos su propia actitud mesiánica, si insiste en concebir la política como una misión religiosa y no como un quehacer cívico y republicano frente a cuya natural impureza sólo cabe el respeto a las leyes y las instituciones creadas por los hombres, los mexicanos viviremos pronto (gane o pierda) tiempos de zozobra, ‘con el Jesús en la boca’.”(La crónica, 14/06/2006).
Los psiquiatras operan así como lo hace Krauze, le exigen al llamado loco que reconozca su enfermedad y como el loco no lo hace lo declaran… loco.
En cada caso se emplea el diagnóstico para clasificar sobre una base: se instala un criterio de normalidad para que todo aquello que se aparte sea considerado anormal; luego se procede a internar, recluir y por último a excluir de la sociedad al “bipolar”, al “hijo desobediente” o al “líder mesiánico tropical”. Claro que en estos diagnósticos el biopoder genera consecuencias que no son las mismas para cada uno de los casos mencionados: los dos primeros no fueron ni excluidos ni recluidos, al contrario gozan hasta el hartazgo de una presencia machacona y obligada por ese nuevo pariente del complejo familiar: la televisión; mientras que en el tercer caso, Andrés Manuel López Obrador, la consecuencia es directa a nivel de los medios electrónicos (la televisión en particular), ha desaparecido de los mismos, ha sido forcluido de ellos, es decir, borrado del orden teveocrático.
Leonel Godoy nos muestra con claridad el recurso del método cuando dice: “Están mal de sus facultades mentales los que no acepten que el presidente es Calderón” ¿Cuáles son las causas de que estén dañadas esas facultades mentales? C. Cárdenas responde: “Me parece que es una realidad que no se puede desconocer”, y si la desconocemos, revelamos que somos parte de quienes tienen dañadas sus facultades mentales. Y entonces, retorna en las voces de Leonel Godoy y del Ing. Cárdenas pasando por los otros políticos arriba mencionados la proposición de René Descartes, hace ya varios siglos, para expulsar a los locos de la razón y de la ciudad (polis, lugar de la política; ver: René Descartes, El discurso del método; Meditaciones metafísicas).
Descartes expulsó a los locos del campo de la razón porque no reconocían la realidad, de ahí que cuando aún se construían hospitales psiquiátricos (llamados en un momento “asilos” o “albergues”) se hacía fuera de la ciudad, fuera del hábitat de la razón. Porfirio Díaz dijo que sólo con la construcción de un manicomio moderno como La Castañeda (1910), México entraba en la modernidad; en la actualidad, nuestros servicios de salud se instauraron siguiendo al régimen neoliberal posmoderno, y se eligió dejar a los locos en las calles, como lo muestra el trato dado por algunos intelectuales a quienes ocuparon la Av. Reforma y el Zócalo, en el D.F., para mostrar lo que un posible fraude les causó: fueron defraudados por el fraude; paradojas de la historia, pues Av. Reforma no es ajena al delirio imperial napoleónico que afectó en un momento la historia de México (ver Fernando del Paso, Noticias del Imperio). El “delirio” es tocar la lira de otra manera, delirar.
La posición sustentada por los Cárdenas, Amalia García, Ruth Zavaleta y Leonel Godoy se construye con la siguiente secuencia de términos: hay una realidad, no se puede desconocer, por consiguiente aquéllos que no ven esa realidad, la desconocen y entonces, están fuera de la realidad; están locos pues desconocen lo que el líder moral, (una figura o estilo de ejercer la paternidad) dictamina que “no se puede desconocer”. Usted lector notará un hecho del lenguaje, la frase del Ing. Cárdenas comienza con un “me parece” sólo que el sentido se cierra con sus últimos términos: “no se puede desconocer”; éstos son los que dan sentido, muestran la dirección del modesto inicio.
Estos políticos no dicen “Estamos de acuerdo con esa realidad”; pues consideran que esa “realidad” es objetiva y que ellos sólo la reconocen; no expresan su posición, sino que la ven como un hecho objetivo. Es decir, tiran la piedra de la realidad y “esconden” la mano de su jugada política, jugada encubierta de “realidad”. La teoría de la existencia y de la exigencia de una realidad objetiva atormenta desde hace siglos a los filósofos, y éstos atormentan con ella al resto de los humanos; se transmite por el lenguaje y nos envuelve sin pedir permiso.
Asimismo, los miembros de la familia revolucionaria se dispensan de tomar una posición, pues se resguardan al decir que sólo hablan de una “realidad objetiva”. Para un matemático 2+2 es igual a 4; esa es la realidad objetiva para ciertos niveles y dimensiones de las matemáticas ya que es así en cualquier lugar del mundo y del universo donde funcionen esas matemáticas; al mismo tiempo para dos enamorados 1+1, en ciertas condiciones, da como resultado 3 y en otras no hacen siquiera 1; ese resultado es considerado subjetivo por el matemático pues para él lo objetivo es que 1+1 es igual a 2. El mundo de los números en las matemáticas es un universo de símbolos que allí tienen una realidad objetiva, si no fuese así, las matemáticas no podrían operar.
Uno de los puntos ciegos de la “realidad” en la que Felipe Calderón es reconocido “por todos”, es que los declarantes no se atreven a decir que esa es “su” realidad, y que el “todos” en principio, les concierne sólo a ellos, pues son quiénes hablan por “todos” o de “todos” (introducen el “todo”). Conviene precisar que no nos interesa aquí discutir si es correcto o no tener esa posición; el tema a estudiar es si podemos tener esa postura y atribuírsela a una “realidad” calificada de objetiva y compartida por “todos”.
Para tener acceso a una realidad donde están en juego los humanos, — y aunque parezca difícil de concebir, la política es una actividad humana — a una realidad política, no se puede prescindir de la posición de quien ve, muestra, propone y reconoce esa realidad. Ese político, o grupos de políticos, que ven, muestran y reconocen esa realidad son, como en cualquier otro caso, quiénes la construyen. Cada realidad política, económica, moral, religiosa, erótica, ética, sexual, de género, artística es siempre, caso por caso, una realidad construida por aquél o aquéllos que al construirla la reconocen. La posición de quienes no reconocen la “realidad” del gobierno de F. Calderón es tan construida como la de los que proponen que “no puede desconocerse”; la diferencia estriba en que estos últimos pretenden imponer “su” realidad a otros sin hacerse cargo de su posición y para ello descansan en el carácter “objetivo” de esa realidad del pato, en tal sentido, su posición muestra una posición patito, se hacen patos con la postura que tratan de “ocultar”. Al pato y al patito la realidad del agua de la lluvia les resbala, no los moja.
El segundo punto ciego es la garantía que requiere esa “realidad” objetiva del patito pato para proponerse como verdad ¿Qué le da ese lugar?
Uno de los protagonistas del patito pato es el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a quién en un párrafo anterior dimos el título de “líder moral” e indicamos que éste es un estilo del ejercicio de la paternidad. Esa figura se ejerce dentro de la familia revolucionaria, una singular institución surgida al calor de los debates armados entre los caudillos de la Revolución mexicana (1910): la discusión por el ejercicio del poder revolucionario, y en particular, la rotación del poder para morigerar la temperatura de los debates. El resultado singular e inédito fue que localizaron una forma institucional para que cada caudillo ejerciera el poder: el caudillo rotaba cada tanto tiempo en éste y en el interregno se convertía por la vía del presidencialismo al caudillo en el presidente en turno reconocido por sus pares. Los pares eran aquéllos que luego formaron la familia revolucionaria.
El Ingeniero Cárdenas S., dijo: [Hay] “…un gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos, que emite decretos, que nombra funcionarios, que toma decisiones, que maneja el presupuesto, que envía iniciativas y que de hecho está reconocido por toda la sociedad”. Habló de una “realidad” reconocida por “toda la sociedad”, y luego añadió: “no puede desconocerse”. Estas declaraciones colocan al Ingeniero en el horizonte del uno, del único, que estando en la cima garantiza la “Verdad” de una “Realidad” y por ello pontifica que “no puede desconocerse”. En ese punto ciego de la familia revolucionaria se condensan los nudos de ese sistema con formas singulares del ejercicio de la paternidad en los complejos familiares del México que habitamos.
Es paradójico que ese sistema ha propiciado que muchos sociólogos, psicólogos y algunos psicoanalistas lleguen a sostener que nuestra sociedad se caracteriza por un padre ausente y un dominio de la madre. Tal punto de vista ha dejado de lado el estudio de los anudamientos de la familia revolucionaria con la religión, y en consecuencia, no se han estudiado con más detenimiento las formas religiosas de la “realidad” que el sistema político de esta familia ha desplegado y despliega en nuestro país. Una de esas formas religiosas es el ejercicio de la política como un coto cerrado a dicha familia, que hizo, y sigue haciendo, de la cosa pública un bien de familia, es decir: un bien privado de lo público como dice Francisco de Paula León, en Los hilos secretos de las élites, disección de la clase política desde la ciudadanía.
Se trata del nudo entre el poder religioso, el político y la aristocracia, el cuál sostiene una forma teocrática de ejercicio del poder del Estado, la versión más difundida del “dedazo” da una imagen de ese nudo; añadimos otro dato, la gran cantidad de puestos políticos a los que se llega por herencia familiar o transmisión familiar: la transmisión teocrática (Dios, caudillo, padre, líder) del poder.
En tal sentido debemos agradecer la lección de “realidad” que estos políticos se han propuesto darnos. Claro, luego cada quien decidirá si se inscribe en esos cursos. De todos modos gracias a “su realidad” tenemos elementos para discutir, interrogar y hasta quizás transformar una “realidad” que se nos quiere imponer manu-militari (“la realidad con sangre entra.”).
Si esa realidad fuera tal, única y plena de verdad ¿Para qué los Cárdenas, Amalia García, Ruth Zavaleta y Leonel Godoy “ocultan” su posición ante ella? ¿Para qué hacen algo bueno que parece malo? ¿A quién le deben ocultar lo que tienen derecho a sostener? Como cualquiera, pues cualquiera puede tener, sostener y producir “su realidad” para luego darla a conocer y ver si se sostiene o no. Será que ellos no se consideran como cualquiera, sino que gozan de un privilegio ¿Para qué decretar de antemano la obligación de reconocer esa “realidad” como la única y total?
*Alberto Sladogna, psicoanalista, Tlalpan, México, DF, 21-22/10/2007

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