miércoles, septiembre 20, 2006

Bios: Biopolítica y filosofia

Reportaje a Roberto Esposito, Roma, setiembre de 2006

Biopolítica y filosofía

El filósofo italiano Roberto Esposito, que en la próxima semana visitará la Argentina para brindar una serie de conferencias, explica en este texto exclusivo cuáles son las líneas directrices de Bíos , su último libro, que, junto a Categorías de lo impolítico , se dará a conocer prontamente en castellano, Amorrortu Editores, Buenos Aires, septiembre, 2006).

Como he tratado de demostrar en mi libro Bíos (Einaudi 2004), el nazismo constituye el punto culminante de una política de la vida que se invierte en práctica de muerte. Su caída, sin embargo, no ha puesto un punto final a la biopolítica. Lo comprueba el hecho de que, en sus diferentes configuraciones, ésta tiene una historia mucho más amplia y larga que la del régimen que parece haberla llevado a su resultado extremo. La biopolítica no es un producto del nazismo, sino que el nazismo es el producto paroxístico y degenerado de una determinada forma de biopolítica. Se trata de un punto sobre el que conviene insistir con fuerza, porque puede conducir y ya ha conducido a numerosas equivocaciones. Contrariamente a las ilusiones de los que imaginaron que se podía saltar hacia atrás el paréntesis nazi para reconstruir las mediaciones, los diafragmas institucionales de la fase anterior, vida y política están tan entrelazadas que desatar el nudo que las une es imposible. Al menos en el mundo occidental, esta ilusión ha sido alimentada por el período de paz que se abrió al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, prescindiendo de la circunstancia de que dicha paz (o "no guerra", como ha sido la guerra fría) también se basó en el equilibrio del terror determinado por la amenaza atómica y que, por ello, se encuentra completamente inscrita dentro de una lógica inmunitaria, esa paz no ha hecho más que posponer algunas décadas lo que de todos modos habría sucedido luego. El derrumbe del sistema soviético, interpretado como una victoria definitiva de la democracia contra sus potenciales enemigos e incluso como el fin de la historia, señala, en efecto, el fin de esta ilusión. El vínculo entre política y vida, que el totalitarismo anudó en una forma para ambas destructiva, todavía está frente a nosotros. Más aún, se puede decir que se ha convertido en el epicentro de toda dinámica políticamente significativa. Desde la importancia cada vez mayor del elemento étnico en las relaciones internacionales hasta el impacto de las biotecnologías sobre el cuerpo humano, desde la centralidad de la cuestión sanitaria como índice privilegiado del funcionamiento del sistema económico-productivo hasta la prioridad de la exigencia de seguridad en todos los programas de gobierno, la política aparece cada vez más acorralada contra la desnuda muralla biológica (si es que no lo está sobre el cuerpo mismo de los ciudadanos de todo el mundo). La progresiva indistinción entre norma y excepción, determinada por la extensión indiscriminada de las legislaciones de emergencia, junto con el flujo creciente de inmigrantes privados de toda identidad jurídica y sometidos al control directo de la policía, señala un deslizamiento ulterior de la política mundial en dirección de la biopolítica. Es necesario reflexionar también sobre esta situación mundial más allá de las actuales teorías de la globalización. Se puede decir que, contrariamente a cuanto de manera muy diferente sostuvieron Heidegger y Hannah Arendt, la cuestión de la vida forma hoy un todo con la del mundo. La idea filosófica, de derivación fenomenológica, de "mundo de la vida", finalmente, se invierte en aquella simétrica de "vida del mundo". En tanto, el mundo entero aparece cada vez más como un cuerpo unificado por una única amenaza global que, al mismo tiempo, lo mantiene unido y amenaza con hacerlo pedazos. A diferencia de lo que sucedía en otro tiempo, ya no es posible que una parte del mundo (América, Europa) se salve, mientras otra se destruye. El mundo, el mundo entero, su vida, comparte un mismo destino: o todo junto encontrará el modo de sobrevivir o perecerá todo junto. Los hechos desencadenados por el ataque terrorista del 11 septiembre del 2001 no constituyen, como se dice comúnmente, el principio. Son sólo el detonador de un proceso que se puso en marcha con el final del sistema soviético, el último katéchon (freno) que detuvo los impulsos autodestructivos del mundo sirviéndose de la mordaza del miedo recíproco. Desaparecido este último freno que otorgó al mundo una forma dual, ya no parece que se puedan detener las dinámicas biopolíticas, que se las pueda contener dentro de los viejos muros. La guerra en Irak señala, quizá, la cima de esta deriva, tanto por el modo en que ha sido presentada como por la forma en que ha sido conducida. La idea de guerra preventiva desplaza radicalmente los términos de la cuestión respecto de las guerras efectivamente combatidas y también respecto de la llamada Guerra Fría. Comparándola con esta última, es como si lo negativo del procedimiento inmunitario se duplicara hasta ocupar todo el escenario. La guerra ya no es más la excepción, el último recurso, el reverso siempre posible, sino la única forma de coexistencia global, la categoría constitutiva de la existencia contemporánea. De allí, consecuencia de la que no hay que sorprenderse, la multiplicación sin límites de los mismos riesgos que se quisieron evitar. El resultado más evidente es la absoluta superposición de los opuestos: paz y guerra, ataque y defensa, vida y muerte están cada vez más aplastados el uno contra el otro. Si nos detenemos a examinar más en detalle la lógica homicida - y suicida- de las actuales prácticas terroristas, no es difícil reconocer un paso ulterior respecto de la tanatopolítica nazi. No es sólo que la muerte ingrese masivamente en la vida, sino que la vida se constituye en instrumento de muerte. ¿Qué es, específicamente, un kamikaze , sino un fragmento de vida que se arroja sobre otras vidas para producir muerte? ¿Y no se desplaza el objetivo de los atentados terroristas cada vez más hacia las mujeres y los niños, es decir, hacia las fuentes mismas de la vida? La barbarie de la decapitación de los rehenes parece hacernos regresar a la etapa premoderna de los suplicios en las plazas, con un toque hipermoderno constituido por la platea planetaria de Internet, desde la que se puede asistir al espectáculo. Más que oponerse a lo real, lo virtual constituye, en este caso, su más concreta manifestación, en el mismo cuerpo de las víctimas y en la sangre que parece salpicar la pantalla. Nunca como en estos días, la política se practicó sobre los cuerpos y en los cuerpos de víctimas inermes e inocentes. Pero lo más significativo de la actual deriva biopolítica es que la misma prevención respecto del terror de masas tiende a hacer lo mismo que el terror y reproducir sus modalidades. ¿Cómo leer de otro modo los episodios trágicos, como la matanza en el teatro Dubrovska de Moscú, cuando la policía empleó gases letales tanto para los terroristas como para los rehenes? Y, en otro plano, ¿no es también la tortura, practicada abundantemente en las cárceles iraquíes, una muestra ejemplar de política sobre la vida, a mitad de camino entre la incisión sobre el cuerpo de los condenados de "En la colonia penitenciaria"de Kafka y la bestialización del enemigo de matriz nazi? La señal más tangible de la superposición completa entre defensa de la vida y producción de muerte es, quizás, el hecho de que, en la reciente guerra de Afganistán, los mismos aviones hayan lanzado bombas y víveres sobre las mismas poblaciones. Con todo esto, ¿el discurso puede considerarse cerrado? ¿Es éste el único resultado posible o existe otro modo de practicar o, al menos, de pensar la biopolítica? ¿Es posible una biopolítica afirmativa, productiva, que evite el retorno imparable de la muerte? ¿Es imaginable, para decirlo con otras palabras, una política no sobre la vida, sino de la vida? ¿Y cómo debería o podría configurarse? Por el momento, una primera y no inútil aclaración. Aunque acepto la legitimidad de otras propuestas, personalmente, desconfío de todo cortocircuito inmediato entre filosofía y política. Su implicación no puede solucionarse con la absoluta superposición. No creo que la tarea de la filosofía sea proponer modelos de instituciones políticas o hacer de la biopolítica un manifiesto revolucionario o, para respetar los gustos, reformista. Mi impresión es que se tiene que recorrer un camino mucho más largo y articulado, que pasa por un esfuerzo específicamente filosófico de nueva elaboración conceptual. Si, como Deleuze cree, la filosofía es la práctica de creación de conceptos adecuados al acontecimiento que nos toca y nos transforma, entonces, éste es el momento de repensar la relación entre política y vida en una forma que en vez de someter la vida a la dirección de la política - lo que manifiestamente ocurrió en el curso del último siglo-, introduzca en la política la potencia de la vida. Lo que cuenta no es confrontarse con la biopolítica desde su exterior, sino afrontarla desde adentro, hasta hacer emerger aquello que, hasta ahora, ha sido aplastado por la figura de su opuesto. Por supuesto, la referencia a este opuesto es necesaria, al menos para fijar un punto de partida y de contraste. En Bíos elegí el camino más difícil: partir de la derivación más mortífera de la biopolítica -es decir, del nazismo, de sus dispositivos tanatopolíticos- para buscar precisamente en ellos los paradigmas, las claves, los signos invertidos, de una política de la vida diferente. Me doy cuenta de que esto puede parecer chocante, que colisiona con un sentido común que trató durante mucho tiempo, consciente o inconscientemente, de remover la cuestión del nazismo, de lo que el nazismo entendió y, desafortunadamente, practicó como política del bíos (o, para utilizar más correctamente el léxico aristotélico, de la zoé ) . Los tres dispositivos mortíferos del nazismo (naturalmente no sólo de él, como hoy resulta cada vez más evidente) en los que he trabajado se refieren a la normalización absoluta de la vida, es decir, a la clausura del bíos dentro de la ley de su destrucción; a la doble clausura del cuerpo, es decir, a la inmunización homicida y suicida del pueblo alemán dentro de la figura de un único cuerpo racialmente purificado; y, finalmente, a la supresión anticipada del nacimiento como una forma de cancelación de la vida desde el momento de su surgimiento. A estos dispositivos no les contrapuse algo extraño sino, precisamente, su exacto contrario: una vitalización de la norma más allá de todas las actuales filosofías del derecho; el tema (que ya se encontraba en la fenomenología) de la carne , como lo que resiste a toda incorporación presupuesta; y, por último, una política del nacimiento, entendida como producción continua de la diferencia, contra toda práctica identitaria. Sin poder retomar aquí en detalle los argumentos propuestos, todos ellos plantean una conjugación inédita, mediante la reflexión filosófica, entre lenguaje de la vida y forma política. Cuánto de todo esto pueda ir en el sentido constitutivo de una biopolítica afirmativa todavía no lo podemos saber. Lo que puede hacerse por ahora es señalar las huellas, devanar los hilos capaces de adelantar algo que todavía no emerge en el horizonte.

Roberto Esposito, ROMA, 2006
Obras Publicadas:
El origen de la política. ¿Hannah Arendt o Simone Weil? , 1999.
Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre la política , 1996.
Communitas. Origen y destino de la comunidad , 2003.
Immunitas. Protección y negación de la vida , 2005.
Bíos. Biopolítica y filosofía (Amorrortu).

martes, septiembre 12, 2006

Psicopatología de la vida política cotidiana: Creencia y saber

(Esta es la escritura de lo que fuera presentado por Xóchitl Vázquez Isaac en el ejercicio clínico “Psicopatología de la vida política cotidiana: terror, saber, mentira y verdad” el 25 de agosto de 2006 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco)

CREENCIA Y SABER.
El presente trabajo surge de una curiosidad personal por saber qué es lo que piensan algunas personas que votaron por el PAN. A primera vista los que votaron por el candidato contrario al que yo avalé con mi voto pueden, simplemente, estar equivocados. Pero esa respuesta no me convenció y quise indagar sobre mi pregunta: ¿Qué creen los que votaron por el PAN y su candidato?
Así que mi trabajo es sobre la creencia, y para empezar echaré mano de la definición que Luis Villoro hace del término en su libro CREER, SABER, CONOCER (1).

Allí nos dice que en un primer sentido creer es opuesto a saber, si digo que creo algo es porque no lo se realmente; en un segundo sentido creer significa aceptar un hecho sin conflicto, tener un enunciado por verdadero.

La relación entre saber y creencia no es de exclusión ya que todo saber implica una creencia pero no toda creencia implica un saber. Saber es una creencia justificada y verdadera.

Lo que creemos nos da una disposición a actuar. Actuamos conforme a nuestras creencias como si ellas fueran verdaderas. Ellas actúan como guías para posibles acciones. Nos disponen a responder de determinadas maneras y no de otras en las mas diversas circunstancias, porque al creer en un hecho considero que este forma parte del mundo real y, por lo tanto me relaciono con el mundo contando con su existencia.

Las creencias son puestas en evidencia por disposiciones a actuar, es decir por actitudes. Pero las actitudes están determinadas por pulsiones que mueven a la obtención de estados satisfactorios; por consiguiente, motivos para la acción no son sólo propósitos conscientes, también el impulso de satisfacer necesidades y de obtener ciertos estados de bienestar o de ausencia de tensión.

Desde la filosofía, Villoro continúa exponiendo que debemos distinguir los motivos para creer de las razones para creer. Los motivos comprenderían tanto las acciones prácticas conscientes que pueden explicar una acción particular, como las motivaciones más generales y profundas que impelen a la obtención de estados satisfactorios.

En ocasiones se confunden las motivaciones con las razones para creer, tal es el caso de los enunciados ideológicos como proposiciones que en realidad hablan de la relación vital de un participante con el objeto de una satisfacción, pero que se presentan como proposiciones objetivas de un observador acerca de un objeto; en la ideología se confundirían así las motivaciones con las características objetivas. La ideología no aduce motivos, sino razones para fundar sus proposiciones acerca del mundo objetivo.

El detentar como saber o como creencia verdadera una afirmación por el hecho de que el líder y los miembros del grupo a los que se pertenece, aseguren que es la verdad, y que eso sea algo que lleve a actuar en consecuencia, es una situación social que podemos pensar echando mano de las reflexiones que Freud hace en PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO (2). Ahí nos dice que si el individuo resigna su peculiaridad a la masa y se deja sugerir por los otros, recibimos la impresión de que lo hace porque siente la necesidad de estar de acuerdo con ellos, y de no oponérseles; quizás, entonces, por amor de ellos.

En su intento de dar cuenta de qué es lo que determina en el hombre la tendencia a formar grupos, Freud analiza dos masas artificiales y propone que uno de los factores que une a dichas masas es una ilusión, la de creer que hay un jefe que ama por igual a todos los individuos de la masa. De esa ilusión depende todo. La ligazón de cada individuo con el jefe es la causa que los une a todos.

Este lazo libidinal con el jefe y con los otros es lo que explica la falta de libertad del individuo dentro de la masa; el individuo resigna su libertad para mantener su lazo afectivo en esas dos direcciones.

El concepto de Ideal del Yo es fundamental en la reflexión sobre la creencia, de hecho espejismo y creencia se combinan para que un sujeto humano se produzca. Cito a Lacan: “El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal y como ella es percibida en el espejo, o bien la realidad toda del semejante” (3). Es la identificación con esa imagen la que le permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y afectiva con el mundo en general.

Los fenómenos tales como la adhesión a la masa, la sugestión y, por supuesto, el amor son posibles por la captación del sujeto al ideal del yo. A él nos remitimos también frente a los estados de dependencia y a la fascinación del amado y su sobreestimación.

Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es, esta es una dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática.

Así, lo que estructura, forma, inaugura al sujeto humano es la búsqueda de identificación con un espejismo, con una imagen propuesta desde el otro, proceso que no puede darse sin que el niño tenga una relación específica con el semejante, una relación de amor. Amor que permite al niño que le pase lo que le pasa al integrante de la masa frente al líder: admite sus propuestas como creencias, basado en la transferencia, es decir en la ilusión del amor. Recordemos que uno de los mas hermosos poemas de amor de Octavio Paz se titula precisamente “Carta de Creencia”.

Según la propuesta freudiana, para que un sujeto pueda afiliarse y pertenecer a una masa, deba creer que es amado por el líder, y que todos sus compañeros lo son también. En el Seminario 11 Lacan (4) nos dice: “Reconozcan que si hay un terreno en el discurso en que el engaño tiene probabilidades de triunfo, su modelo es el del amor… Persuadiendo al otro de que tiene lo que puede completarnos, nos aseguramos precisamente de que podemos seguir ignorando lo que nos falta”.
La creencia, al igual que la demanda de amor, es una captación masiva del sujeto que impide la apertura dialéctica.

Ahora, expondré mis conclusiones de lo que encontré en las pláticas que tuve con votantes por el Pan. Lo haré en tres puntos:

Uno. La adherencia a ese partido les permite tener o buscar una identidad, es decir identificarse, con las personas ricas. Hay una gran cantidad de rituales, formas de hablar y de vestir, lugares para frecuentar, costumbres, que son parte de la vida de los empresarios y de las altas elites económicas, estos son imitados y constituyen una identidad que grupaliza, que constituye un “nosotros”. Son muchos los rituales que despliegan para sostener la ilusión de ser parte de un grupo y es difícil relatarlos por ser tantos, pero un ejemplo de ellos es que suelen ser personas delgadas que van al gimnasio y cuidan su cuerpo. Así, en el “código del vestir” de La Universidad Panamericana se prohíbe a los gorditos usar camisas de cuadros. La escritora Guadalupe Loaeza ha relatado en sus libros los haceres y costumbres a las que me refiero.

La relación entre las creencias y las costumbres es puesta en evidencia por David Hume en la siguiente cita:
“La existencia de un individuo o de un pueblo quedaría instantáneamente paralizada si un poder sobrenatural la sustrajera a la influencia del hábito. Éste es el que cada día nos dicta lo que debemos decir, hacer y pensar. La costumbre nos da las pruebas más fuertes y las más creídas; ella induce al autómata que arrastra al espíritu sin que éste se dé cuenta. Es preciso adquirir un crédito más fácil y es el del hábito, que, sin violencia, sin arte, sin argumento, nos hace creer las cosas e inclina todas nuestras potencias a esta creencia, de suerte que nuestra alma se entrega a ella naturalmente”. Y sigue:
“Siempre que un objeto se presenta a la memoria o a los sentidos, este objeto, gracias a la fuerza de la costumbre, lleva inmediatamente a la imaginación a concebir otro objeto que va siempre unido a él. Y esta concepción es asistida por un sentimiento que difiere de los vagos ensueños de la fantasía. En esto consiste toda la naturaleza de la creencia” (5).

Segunda conclusión: La adhesión al PAN y la identidad como católico son casi sinónimos. El pan y sus líderes forman parte de grupos católicos y salen en la televisión yendo a misa. Hay una creencia muy poco explícita pero muy presente en que, ya que son muy religiosos, entonces son honestos, sinceros y difícilmente corruptibles. A pesar de todas las evidencias.

Para ellos son los que defienden de los valores de la familia, la moral y las buenas costumbres. Están en contra del divorcio, siempre salen en la tele muy limpiecitos, acompañados por sus hijos y sus esposas, todos con una gran sonrisa porque son “de buena familia”.

Soledad Loaeza comenta la relación entre el partido acción nacional y la iglesia católica en su libro “Partido Acción Nacional: la gran marcha 1939-1994” (6).
Nos dice: No se puede hablar de una nueva derecha como una figura independiente de la tradición católica. La derecha empresarial se desprende de la propia tradición católica y queda muy asociada con ella.

No es adecuado distinguir a los católicos de los empresarios. Los empresarios son muy católicos como los militares en México también son muy católicos. Si usted ve con cuidado las dos principales organizaciones católicas que en este momento tienen mayor ascendiente, los Legionarios de Cristo y el Opus Dei, están integradas en forma mayoritaria por grandes empresarios.
En el caso de México, lo importante es entender que el Partido Acción Nacional ya forma parte de la democracia cristiana, ya se introdujo y es un participante activo de la democracia cristiana internacional.
Por otra parte, en la revista Proceso (7) de esta semana, Enrique Semo comenta que los grupos de poder que en 1988 le impidieron a Cuauhtémoc Cárdenas llegar a la Presidencia de la República son los mismos que han actuado en contra de Andrés Manuel López Obrador. Y aunque desde 1940 han logrado evitar un gobierno de izquierda en México, nunca como ahora habían operado abiertamente para evitar una alternancia.
Ahora, cuando la izquierda se halla a un paso de la Presidencia, “todas las fuerzas de los grupos fácticos que dominan en México se movilizan en una forma sin precedente contra el candidato de la izquierda, y terminan por recurrir de nuevo al fraude”.

Expone Semo que los responsables de esta situación son tres grupos: el grupo del dinero, el grupo político de los tecnócratas y el integrado por los restos de lo que fue la “familia revolucionaria”.
Observa que el grupo del dinero se ha reducido enormemente, lo cual demuestra la concentración real del poder. Quienes hoy deciden en el país, constituyen un sector mucho más chico que el de hace 25 años.
El segundo grupo, el de los tecnócratas, es el que desde el PRI tomó el poder en 1982 y el que, pese al cambio de partido, se ha conservado en el mando del país.
El tercer grupo está integrado por los restos de lo que fue la “familia revolucionaria”, que sigue siendo fundamental para la relación con las masas, pues ni los tecnócratas ni la gente del dinero sabe hacer lo que los expriistas hacen muy bien: contener a las clases peligrosas.
Es lo que llamo la oligarquía, nos dice Semo, la cúspide de México. Además, se ha consolidado una fuerza que con el tiempo se sumará a ella en plan de igualdad: la Iglesia católica”.

Desde mi punto de vista esto plantea una situación muy compleja porque estamos frente a una creencia política que se superpone a una creencia religiosa, lo que puede hacer que sus afiliados tengan mucho más dificultades para tomar distancia de ella.
3. El tercer punto que quiero presentar es que en sus comentarios, los simpatizantes del PAN nos muestran que son personas apegadas a lo conservador, partidarias de no mover demasiado las cosas, prefieren los cambios lentos, paulatinos. Para ellas los cambios bruscos o rápidos son mentirosos e incluso peligrosos.

A los panistas los anima la voluntad de construir un mundo menos imperfecto en medio de las tensiones, contradicciones y conflictos que genera el mundo real. Pero para ellos los cambios son poco posibles. Defienden que es preciso integrarse al mundo global y entender y seguir las reglas del juego. Sus valores son la seguridad, la legalidad, la imaginación, la eficiencia y la calidad. Cabe en esto la apología de la libre competencia que es en donde se da el progreso.

Para ellos Felipe Calderón parece haber entendido estas premisas y les ha prometido proyectar a México hacia un futuro dinámico. Por eso, para ellos, él representa la esperanza. Y también una surte de protector.

En el marco de estos razonamientos, la campaña del miedo dio resultado. Las personas que muestran adherencia al PAN están convencidas de que el candidato de la izquierda es un peligro para México, de que está vinculado y es parte del grupo que conforman el presidente venezolano Hugo Chávez y del cubano Fidel Castro (para ellos estos tres son la única izquierda que existe). Tienen miedo de perder lo que tienen, creen que sus casas, sus autos, sus créditos les serían arrebatados por un posible gobierno de izquierda. Y temen también a la figura de López Obrador que la televisión ha promovido, porque lo ven como una persona violenta, autoritaria y que no respeta la ley.

Viene al caso una reflexión de Ortega y Gasset (8) donde nos dice que genéticamente la creencia surge como resultado de una situación trágica del hombre, es una situación de naufragio. El hombre se encuentra frente a una realidad que es un caos, un enigma, a la que por necesidad de sobrevivencia tiene que darle un sentido, un orden, es decir, una interpretación. Para ello el hombre parte de unas convicciones básicas, en las que se encuentra desde que es arrojado a la vida. Estas convicciones son las creencias, que constituyen el suelo y el estrato de su vida. Es decir que para Ortega y Gasset las creencias son heredadas de una generación a otra y las personas las admiten como parte natural de su realidad, además, tienen una función protectora frente a la incertidumbre.

La idea de que las creencias nos son impuestas desde el pasado se expresan también en los planteamientos socráticos que sostienen que existe una verdad olvidada que la mayéutica se esfuerza en sacar a la luz. El diálogo socrático es una mezcla entre verdad y error y la dialéctica una especie de tamiz de la verdad que la deja libre del error.

Para el psicoanálisis las cosas son por entero diferentes, ya que en el diálogo analítico lo que aparece es la verdad en el error y el error en la verdad. En el psicoanálisis ninguna confianza asegura, y no se busca la seguridad, ya que los cuestionamientos convocan a la inquietud que a su vez permitirá la apertura dialéctica.
Se que este trabajo, en lugar de brindar respuestas, abre paso a muchos temas e interrogantes, por ejemplo a la relación entre medios masivos de comunicación y creencias, o a la investigación y reflexión de la relación entre la creencia y la costumbre.

Y abre paso a una serie de preguntas más importantes todavía: ¿A los que somos Perredistas qué es lo que nos hace ilusión de grupalidad? ¿Cuáles son las características y las promesas de ese líder que imaginamos que nos ama a todos por igual? De qué se compone esa la imagen que nos cohesiona?, etc.

Pero mi trabajo termina aquí por ahora y al finalizar quiero leer una cita de Ortega y Gasset (9):
“Las creencias que no cuestionamos son nuestra instalación en el mundo. Ellas son los últimos focos desde los que hacemos todo y a las que todo referimos”.

(1) Luis Villoro. CREER, SABER, CONOCER. 1982. Ed. Siglo XXI.
(2) Sigmund Freud. PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO. 1920. Obras Completas. Amorrortu Editores.
(3) Jaques Lacan. EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR DE LA DEL YO TAL COMO SE NOS REVELA EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA. ESCRITOS 1. Siglo XXI Editores.
(4) Jaques Lacan. EL SEMINARIO TOMO 11. 1964. Editorial Paidós.
(5) Cita tomada de: Abbagnano. DICCIONARIO DE FILOSOFÍA. 1966. Fondo de Cultura Económica.
(6) Soledad Loaeza. EL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL: LA LARGA MARCHA1939-1094. Fondo de Cultura Económica. 1999.
(7) REVISTA PROCESO. 20 de Agosto de 2006.
(8) y (9) José Ortega y Gasset. IDEAS Y CREENCIAS. 1983. Alianza Editorial.


Xóchitl Vázquez Isaac. Agosto de 2006.

Psicopatología de la vida política cotidiana. Presentación

(Aquí se edita el texto de María Luisa González quien tuvo a su cargo presentar la jornada: “Psicopatología de la vida política cotidiana”, Guadalajara, Jalisco, el 25 de agosto del 2006)

PSICOPATOLOGIA DE LA VIDA POLÍTICA CODITIANA.
PRESENTACION
María Luisa González, Psicoanalista.

Bienvenidos. Gracias por acudir y compartir con nosotros un interés común por el acontecer político de nuestro país, por ser elementos activos que pueden definir rumbos.

Se dice que quien no está interesado en la política está condenado a ser dirigido por quienes sí se interesan.

Y también se dice que excluir de nuestros actos toda dimensión subjetiva, es pensar que nuestro proceder es inmotivado y puede no tener explicación.

Hoy, con este "ejercicio de clínica psicoanalítica" al cuál los hemos convocado, pretendemos mostrar en acto, que es posible analizar lo político, como también, analizar políticamente el psicoanálisis.

¿Análisis de lo político?
Para concebir y ejercer ésta posibilidad, es necesario, que el psicoanálisis rompa con la ilusión de estar disociado de lo jurídico, considerando el acontecimiento político, como un hecho que tiene un estatuto de real, que es imprevisible y evanescente, teniendo como destino desaparecer apenas surgido, y así podamos ejercer, desde nuestro campo un abordaje del fenómeno político. ¿Es esto declaratorio?

Freud, ante la conminación hecha por Eastman para que se declarase por su filiación política "blanco" o "rojo", "fascista" o "comunista", contesta: "Lo que pienso es que deberíamos ser de color carne". Esta es ya desde luego, una posición.

El entrecruzamiento de lo subjetivo con lo político se deja ver en lo cotidiano. "La psicopatología de la vida cotidiana", como Freud llamó a su abordaje de toda una serie de fenómenos entre los que se cuentan como más comunes y conocidos, los olvidos, los lapsus y los actos fallidos, y que muestran, tras su análisis, estar determinados subjetivamente, es el marco del cuál partimos para este ejercicio de clínica psicoanalítica, y que nos permite ampliar, incluyendo la dimensión subjetiva, tanto la cantidad de fenómenos, como su posible abordaje.

Así, podemos interrogarnos sobre los modos sutiles y cotidianos en los que se efectúa una sujeción voluntaria al poder, y que nos planteemos discernir las formas en las que "el poder se hace amar", y así, el Estado puede hacerse dueño de todo, con nuestra "amorosa" anuencia.

Asimismo, puede sernos posible discernir como en lo político se conjuntan el aspecto libertario del deseo humano con la organización del Estado como potencialidad represiva y tratar dearticular los puntos de continuidad y de ruptura entre el conflicto psíquico y el conflicto social, situando los umbrales endonde se marcan la entrada y la retracción de lo político,donde se neutralizan las relaciones del sujeto a la ley y las relaciones de la ley a la legitimidad del deseo.

Interrogarnos sobre los actos declaratorios precipitados de nuestros funcionarios, como actos que luego pretenden presentarse como "inocentes" o "razonables", pero que dejan ver lo que se había esforzado por mantenerse oculto. Pero también, y al mismo tiempo, se hace posible que nos interroguemos sobre las formas en que un sujeto, que se soporta en su decir, ejerce su tránsito y se apropia o no una "lengua-estado", con la que haga valer su derecho a un "Estado de derecho" que le permita definir participativamente también sus rumbos.

Si lo que planteó Freud en su artículo de l915 "De guerra y muerte", en el que precisa que "Si el estado prohíbe al individuo recurrir a la injusticia, no es porque quiera eliminarla, sino porque pretende monopolizarla" fuese letra muerta, otra historia se hubiese escrito.

Lo que ha acontecido alrededor de la elección presidencial, pone de relieve la evidencia de que el Estado ha roto su pacto con sus representados, y ha violentado con la consecuente reacción de sus ciudadanos, lo que se muestra en las particularidades de la "psicopatología de la vida política cotidiana". Entremos pues a los trabajos con los que cada uno de los participantes, han intentado dar cuenta, a su manera, de estos aconteceres cotidianos.
Guadalajara, Jalisco.
Agosto 25 de 2006

Aportaciones para una psicopatología de la vida política cotidiana: del "error humano" a la transmisión del fraude

(Se presenta aquí el texto escrito de l intervención de J. Ulises Valdez Ruiz, en la Jornada: Psicopatología de la vida política cotidiana, efectuada el 25 de agosto del 2006, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco)

APORTACIONES PARA UNA PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA POLÍTICA COTIDIANA: DEL “ERROR HUMANO” A LA TRANSMISIÓN DEL FRAUDE.

La pasada contienda electoral en el país es una verdadera lección política para todos los mexicanos. Se convirtió en un fenómeno social a estudiar, analizar y debatir para obtener múltiples conclusiones importantes. Sería muy complejo hacer y elegir una lista de temas y problemas afectados por este intento fallido de ejercicio democrático. Sin embargo, esta tarea se impone, no sólo, para quienes nos asumimos como intelectuales interesados en el pensamiento; sino también para quienes buscamos verdaderos cambios que transformen este país.
Uno de los primeros temas que convendría señalar para iniciar esta charla, es la gran carencia, observable en ésta ciudad, de una reflexión y una discusión política permeable a todo el conjunto social. Es la falta de una discusión amplia, rica en razonamientos y motivaciones con argumentos profundos y creativos. Que puede ser posible darse en todos o la mayoría de los sectores integrantes de la sociedad y con el espíritu de involucrarse en ella, con libertad y sin tapujos. Bueno, ello no ha sido factible. Es más, es considerado “peligroso” para ciertos sectores, que les conviene conservar esta laguna fundamental. Entonces encontramos así, escasos razonamientos y cortos argumentos para definir posiciones políticas; y observamos también que estas exiguas explicaciones provienen o son extraídas de fuentes que minimizan los hechos, los encubren y los manipulan. Es el papel de la televisión y sus intelectuales pagados para tal fin.
La pobreza en las ideas políticas que los medios producen –principalmente televisión y radio-, contribuyen a la “Psicopatología de la vida política cotidiana.” Que se manifiesta en el “estado de cosas” que ahora vivimos y que hace que amplios sectores de la población hallan aprobado el Fraude y desaprueben las acciones de resistencia civil contra éste. .
En Jalisco la votación fue mayoritaria para el PAN. ¿Por qué votaron tantos jaliscienses por Calderón? Si tomamos en cuenta que el PAN no ha logrado cumplir con las supuestas metas políticas divulgadas con anterioridad; es decir, no ha resuelto los problemas de corrupción, de seguridad, de empleo, los problemas ecológicos, del campo, de educación, etc. Inclusive ha demostrado con creces su gusto, su afinidad por aplicar la “mano dura” a las manifestaciones de reclamo y descontento en la población. Ya el joven filósofo francés del siglo XVI Étienne de la Boétie[1] se planteó una cuestión similar: ¿Por qué desdeñar la libertad? ¿Por qué si ésta se desea, se desdeña y se prefiere vilmente servir? ¿Por qué de la voluntad de servir a los poderosos?
En nuestro caso, para tal fin se lanzó la campaña negra, sucia y facistoide de propaganda, campaña de uso del terror en contra de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Reconocible con claridad sus efectos al entrevistar a decenas de votantes que optaron por elegir a otro partido y no votaron por AMLO. En la entrevista blandieron argumentos cortos, bastante carentes: “Me disgusta”, “Tiene varios defectos”, “No me cae bien”, “Es un riesgo”, “Es agresivo” “Ofendió al Presidente,” etc. Hasta allí su pobre argumentación, su declaración fiel, que manifiesta una posición de servidumbre sostenida en un acto de fe, en una posibilidad instituyente de estructurar un sujeto que tan solo se soporta en ese decir. En ese corto juicio, visceral y afectivo.
¿Qué mecanismos movió en la gente la campaña de terror? ¿El temor de perder lo mucho o lo poco que se tiene? Quizás para los que tienen, que son los menos (20%), la angustia de perdida fuera real; pero para los que no tienen, que son los más (80%) no había nada que perder, nada de que temer en este sentido. Sin embargo, la campaña de terror produjo angustia en los votantes. A partir de allí, fue fácil para el Poder dirigir las reacciones y preferencias a su gusto. La propaganda negra fue insistente, no ceso en ningún momento y movió a muchos votantes no a elegir al PAN, sino a votar en contra de AMLO.
¿Cómo opero? En primer término los Soberanos del Poder señalaron -en la figura de López Obrador y su proyecto- el riesgo; de aquello que funda y es propio de la comunidad y que la autoridad fomenta y administra: la hostilidad continua, la ambición, la locura, el terror y la angustia, la mentira y la ilusión, y el crimen. Apuntaron su dedo, en el sentido de ubicar este conjunto de licencias, maldades y excesos en un sujeto representativo (AMLO), en un único sujeto y hacer creer que las instituciones y autoridades se mueven desde una pureza ética y moral intachable. Se realizó una operación de recorte y se difundió masivamente al supuesto perverso de esta historia. La operación consistió en distinguir, en nombrar, en enjuiciar a AMLO de esta manera y por todos los medios. Lo cual produjo en el conjunto social una respuesta “catartica” para profesarse limpios, para establecer que el “mal” no se encuentra en ellos, en “mi”; sino en el otro, en ese que es señalado. Construyeron un ominoso exterior y convocaron a la “unidad política”, a una supuesta comunidad política –ya que se funda en la ilusión- capaz de hacer frente a la “amenaza”. ¿Cómo lo señalaron? Con la colaboración y complicidad de los medios electrónicos, por la vía de la presentación en estos de “…3,283 spots en radio y televisión diarios”[2]. El autodenominado Cuarto-Poder hizo ejercicio de este. Sin duda con los dineros del Gran Capital y de los Gobiernos Federal y Estatales.
Cabe apuntar aquí, que la concertación de Poderosos, no solo contó con la asesoría calificada de malandrines, mapaches, ilusionistas y argumentistas de excelencia; sino además con la tecnología más moderna para que el impacto en los sujetos los llevará en el sentido de instilar a una cadena de pequeños fraudes voluntarios o involuntarios (“errores humanos”) en la sucesión de hechos electorales. En eso se han especializado los medios electrónicos, en presentar la imagen y el texto de tal forma que convocan a una “creencia” total e incuestionable. Y a sentirse parte de una “comunidad” basada en esa creencia.
En segundo término, lograron producir una polarización extrema y subjetiva: Estar de un lado o de otro. Para muchos les fue más fácil optar por el silencio frente al crimen que se anunciaba, el Fraude. Mencionamos “crimen” por las implicaciones políticas que se derivan del asesinato como fundamento sustancial del crimen capital. No dejamos de sospechar una intención de estas características entre los Soberanos del Poder hacía AMLO. El Fraude electoral retoma ésta intención y se instala en lo político como representación y puesta en acto de “la sentencia de muerte en suspenso”[3]. El Fraude es una mentira teatralizada, para imponer un orden contrario al que pretende la mayoría y una muerte política a esta misma aspiración. Atenta contra la democracia y la capacidad política de todos nosotros. Y se instala sobre la base de un ejercicio de poder, de una imposición de largo plazo del poder.
El fraude es una mentira que se convierte por su magnitud y sus características, en el cimiento que pega y funde los elementos configurantes del delito –sujetos e instituciones-. Es una mentira que requiere de la complicidad de quienes participan, y que hace comunidad e instituye una refundación del Estado. La ilegalidad se consume cuando se redacta como texto-legislación funcional.
Las personas optaron, como mencione antes, por cambiar su posible preferencia por AMLO para votar en contra de AMLO, adoptando; ilusoriamente una postura de pureza, decoro, moralidad, decencia, bondad, etc. entregando su voto a Calderón o a los representantes de los otros partidos, o simplemente absteniéndose y llamando a no votar. Ello, me parece es parte ya, de la teatralizacion del Fraude anunciado. Los soberanos del poder aprendieron de la experiencia anterior donde la gente voto contra el PRI y no por el PAN. O en el caso de Jalisco donde el PAN gano el Estado por qué los votantes optaron en contra del “Terror” de la administración de la tragedia del 22 de Abril, por parte del PRI.
Al instituir de esta manera un opositor, sobre de quien es posible y deseable ejercer “el poder explicito”[4], se conduce a los sujetos al desarrollo de un delirio consonante capaz de transmitirse; Que los silencia, los enmudece, los identifica a la frase corta, al juicio pasional que es tan solo un enunciado identificatorio, una simple pertenencia y los hace ciegos frente a una verdad propia, privada, no reconocida, denegada, respecto del propio deseo de poder, de ejercer violencia sobre el otro, de calumniarlo y de ultrajarlo. Recordemos aquí aquel lapsus de Fox hecho magistralmente frente a las cámaras de televisión el día internacional de no fumar. Al hablar del riesgo del tabaco en los fumadores dijo así :debemos combatir el riesgo que el “tabasquismo” produce en la salud de todos”.
De esta manera se estableció la ilusión de comunidad, de asociación en contra de AMLO, de agrupación en contra del “perverso opositor”, una comunidad blanca, pura y con “los colores del cielo”[5]. Colectividad dispuesta a inscribirse en las vías de la servidumbre voluntaria de una u otra manera, Colectividad fraterna bajo un poder institucionalizado e instituyente de una “significación social imaginaria”.[6] Esta ilusión, emparentada con el delirio, es una distorsión o falsificación con tonalidades angelicales y “muy propias” de una ética religiosa. Nuestra locura privada se plasma en esta ilusión donde la referencia se pierde, donde la referencia es crepuscular y se instituye en una auto referencia loca, paranoica, delirante, ilusa. El miedo y el terror la amenaza. La ilusión “es una renuncia al testimonio de lo real”[7] y por consiguiente un servilismo absoluto al pensamiento.[8]
La transmisión del crimen-delito -el Fraude-, se anticipa en esta sumisión y en este encuentro de afectos subjetivos para “soldar” una significación social imaginaria. Y se manifiesta en su actualidad, desde niveles como el desarrollo de acciones propiamente fraudulentas: La injerencia presidencial y su dispendio financiero, el algoritmo Hildebrando, El gasto social con dedicatoria electoral, La apertura ilegal de paquetes, etc.; hasta, mini fraudes inconcientes-involuntarios que se traducen como errores de dedo, olvidos y equívocos en el conteo “sin importancia”. En donde los personeros panistas pretenden fundar la “razón y el acto” fraudulento.
El mecanismo pasional desatado por la campaña de terror, mantuvo como eje la posibilidad de expresión del odio y de la hostilidad hacía AMLO. El haberlo colocado como el perverso, el psicópata del momento, permitió otorgarle la significación inherente de lo que odiamos: lo extraño, lo extranjero, lo peligroso, ese quien puede aprovecharse de mí en cualquier forma. ¿De donde proviene esta fuente, inconciente, que nos hace desconfiar y buscar imaginariamente una salvaguarda? Proviene del deseo mismo de cada uno de nosotros en relación al prójimo, de lo que en innumerables ocasiones hemos sentido y deseado poder hacer al otro, justamente ejercer nuestro poder, avasallarlo sin contemplaciones. Para S. Freud la moderación de este Odio constituye el trasfondo de todo vínculo, sea predominantemente amoroso o social. El ejercicio de esa hostilidad primaria, sin mesura conlleva el riesgo de la disolución. Es por ello que se delega al Estado, se le deposita a él, la facultad de monopolizar y administrar la violencia y de ejecutar la muerte de quien lo entorpece. Incluso si la pena de muerte está prohibida. Sino, ¿Por qué razones el PRD tiene mas 500 asesinatos políticos desde su fundación? ¿Por qué un francotirador anónimo –como sucedió en Oaxaca-, mata a un manifestante maestro? Los ciudadanos ceden al Estado, se entregan, se identifican –“¿Cómo ofender al Presidente, eso no se vale?”- y este se hace dueño de ese capital humano. De todos es sabido que la significación social del “terror” innegablemente se adscribe al Estado. Cuando este lo señala, lo proyecta en otro, lo hace con el fin de cerrar filas a sus tropelías.
Con el “ya cállate chachalaca” se metaforizó una verdad, mal vista por los personeros del poder. Esta verdad consistió en denunciar la intención “monárquica” de cualificar todos los espacios públicos del país. ¿Por qué se disgusto tanta gente? Se acomodaron en el primer término de la ecuación hijo-súbdito-ciudadano/ Presidente, padre, Rey y se sintieron ofendidos. El propio delirio de Fox, fue defendido por los súbditos. Extrañamente se defendió un personaje no sólo faccioso sino además enteramente religioso. Otro de los poderes concertados en esta gesta fraudulenta. En las iglesias no sólo se llamó a votar abierta o veladamente por el PAN, sino también se usó la capacidad inherente de este sistema de ilusiones para maniobrar con el sentimiento de culpa de sus fieles. De esta manera logran un consenso y el aval para enjuiciar religiosamente no sólo la vida privada de estos; sino también, su vida publica y social.
El momento de incertidumbre y confusión que se vive en estos momentos es justo el caldo de cultivo necesario para establecer un “nuevo” Estado que sea salvaguardado de la siniestra amenaza que se cierne. Los timadores se aferran a establecer su engañosa certidumbre. El hampa de “manos limpias” pretende con este saldo, instalarse en sus fueros para ser los próximos Soberanos Charros, de la democracia. Calderón pretende actuar ya como Presidente. Comienzan a sentirse los efectos del “poder explicito” del Estado y su variante del “Terror”. Con ello se busca re-establecer un orden afectado, hacer un “Gatopardismo electoral”[9]. Recordemos nuevamente que todo orden es “sentencia de muerte en suspenso”. Sentencia de la administración y ejercicio de un “poder explicito” cedido por la “comunidad” a sus representantes.
Se tensa así, el tejido político de la democracia, ella supone contener el principio de dirimir los conflictos sin un ejercicio violento del poder y con plena transparencia. Con el Fraude se atentó a la capacidad política de todos nosotros. Unos decidieron al retorno, a la vuelta, a dar marcha atrás y mantener el sentido de la significación institucional primordial. Otros, apelamos a despertar la capacidad adormecida de hacer política (en el sentido griego de la expresión y no romano); entendida ésta, como el cuestionamiento de la dimensión de las representaciones, de las normas de la colectividad y de la intención de validación, ratificación y solidificación de las “verdades” instituidas. La democracia conlleva ineludiblemente su cuestionamiento y su denuncia. El riesgo de no hacerlo, permite la instauración de un “estado de excepción”[10], en donde el Estado violenta la jurisdicción legal que lo contiene y se instala por encima de ésta para definir de acuerdo a su capricho los límites de la legalidad/ilegalidad. A ello hemos sido conducidos con todo este proceso, todavía mas ahora cuando se pretende arrastrar la Resistencia civil al borde de la anómica frontera incierta de la legalidad/ilegalidad.
J. Ulises Valdez Ruiz. Agosto del 2006.
[1] BOÉTIE de la Étienne. Discurso de la Servidumbre Voluntaria. Ed. Sexto Piso. 2003. México.
[2] RAMOS Mario. “Medios de comunicación, actores políticos” en La Jornada, 10 de Agosto del 2006. A estos es necesario sumar el papel de muchos reporteros que con una supuesta “objetividad” hicieron eco de esta campaña.
[3] ENZENBERGER. H.M. “Política y Delito” Ed. Anagrama. España. “El acto político original coincide por lo tanto, si damos credito a Freud con el crimen original. Entre asesinato y política existe una dependencia antigua, estrecha y oscura. Dicha dependencia se halla en los cimientos de todo poder. Ejerce el poder quien puede dar muerte a los subditos. El gobernante es el <>.” P, 11.
[4] CASTORIADIS C. “Ciudadanos sin brújula”. El poder “explicito” es el que puede ser ejercido por quienes se les ha delegado tal función. En el caso de México depende del Poder judicial y el Poder Ejecutivo.
[5] Frase dictada por los personeros de la iglesia católica con el fin de orientar a los votantes feligreses en su elección.
[6] Termino que proviene de C. CASTORIADIS para dar cuenta de la tendencia adhesiva social que lo imaginario llega a tener en cuanto a constituirse una significación. El termino es solidario a otro Freudiano: “sistema de ilusiones de deseo con desmentida”
[7] FREUD S. “El Porvenir de una ilusión”. Ed. Amorrortu. Argentina.
[8] CASTRO RODRÍGUEZ Roberto. Virajes de Legitimación. Ed. Espectros del Psicoanálisis. México. 2006.
[9] HERNANDEZ LOPEZ Julio. “Gatopardismo electoral” en La Jornada del 10 de Agosto del 2006.
[10] AGAMBEN Giorgio. “Hommo Sacer II. El Estado de excepción”.

jueves, septiembre 07, 2006

Y yo ¿por qué no?

(Este es el texto escrito, con ligeras modificaciones, presentado el 25 de agosto de 2006 en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara, en el marco de un ejercicio de clínica psicoanalítica denominado “Psicopatología de la vida política cotidiana”, en el que también participaron Alberto Sladogna, Federico Arreola, María Luisa González, Ulises Valdés y Xóchitl Vázquez.)

“Y yo ¿por qué no?”
Flavio Meléndez Zermeño

Las elecciones de este 2 de julio han estado marcadas por tres rasgos que permiten situar las coordenadas en las que se ha ido configurando la situación política que prevalece después de los comicios: 1º la intervención del Presidente de la República en el proceso electoral, apoyando al candidato presidencial de su partido; 2º la campaña de miedo promovida por este candidato y el Partido Acción Nacional, al cual pertenece, con la colaboración de un sector de los grandes empresarios del país; y 3º los resultados de la elección presidencial, que por primera vez en la historia plantean un virtual empate entre dos candidatos.
En relación con este tercer aspecto, la actuación de las instituciones encargadas de organizar y calificar las elecciones ha dejado mucho que desear en cuanto a otorgar garantías a unos comicios con esos resultados en un país en el que durante setenta años el fraude electoral fue una práctica recurrente y un elemento estructural del régimen de partido de Estado. La forma, por lo menos extraña, en la que el IFE fue dando a conocer los resultados de la elección presidencial, en donde el comportamiento atípico de la variación en las cifras permite fundar la sospecha de una manipulación informática; el regateo durante los cómputos distritales para abrir paquetes electorales con datos inconsistentes; la negativa también del IFE para condenar la campaña de miedo en contra de Andrés Manuel López Obrador; las intervenciones del presidente de ese instituto para fabricar un triunfador inobjetable antes de la calificación de la elección por parte del Tribunal Electoral; la negativa de los magistrados de este organismo para contar voto por voto en una elección con características inéditas en la historia del país; las inconsistencias sistemáticas –votos mal contados, actas de casilla alteradas, boletas sobrantes, etc.- en miles de paquetes electorales… son sólo algunas de las múltiples anomalías que muestran que estas elecciones están lejos de la cándida imagen que promueve la intensa campaña mediática del IFE y de novísimas organizaciones civiles que han surgido para defender la pulcritud de los comicios. Una conclusión se impone a partir de lo anterior: los prolongados acuerdos entre las distintas fuerzas políticas que dieron origen a estas instituciones que tienen como finalidad transparentar las elecciones fueron insuficientes. A fin de cuentas estas instituciones, así como una parte considerable de las personas que las conducen, son las mismas que existían en el régimen priísta. Esta pervivencia es una señal de que ese régimen que agoniza desde hace algunos lustros no ha terminado de expirar y las instituciones que lo mantienen con vida se colocan por encima de cualquier movimiento social que lo cuestione en sus fundamentos.
La intromisión directa y abierta de Vicente Fox en la campaña presidencial se remonta al intento fallido de desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Al enfrentar el aumento formidable de la protesta social por el intento de sacar a éste de la contienda presidencial, aquél tuvo que dar marcha atrás y reconocer, a través de la PGR, que no había elementos jurídicos suficientes para iniciar un proceso penal en contra del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, que ya había sido despojado de su fuero constitucional.
Después, al dar inicio formal las campañas por la presidencia de la República, Fox se declaró listo para hacer campaña a favor del candidato de su partido, argumentando que nada se lo impedía, como si fuera el gobernante de un país en el que eso estuviera legalmente permitido –es precisamente el caso de los Estados Unidos-, como si una historia de setenta años de “dedazo” de los presidentes priístas no fuera razón suficiente para mantener escrupulosamente las manos fuera de la sucesión. Tal parece que a aquel famoso “¿Y yo por qué?” –pronunciado cuando se le preguntó en su investidura de Presidente qué iba a hacer cuando Televisión Azteca asaltó con un comando armado las instalaciones del canal 40 del valle de México y se apropió ilegalmente de la señal de esta televisora-, le siguió un “¿Y yo por qué no?”: ¿por qué no usar el poder presidencial para impulsar el triunfo del candidato de su partido?, ¿por qué no hacer todo para impedir que su enemigo más íntimo llegara a la presidencia? Si las condiciones que hacían posible el dedazo ya no están presentes, en cambio sí es posible desatar una gigantesca campaña mediática para forzar la victoria de uno y la derrota del otro[1], haciendo además un uso faccioso de cada ritual público de la investidura presidencial para abonar a tal fin.
En ningún asunto político del sexenio ha intervenido Fox con tal insistencia y sistematicidad como aquél que se refiere a la marcha de López Obrador hacia la presidencia de la República. Fox no interviene en la sucesión presidencial desde el lugar en que lo hacían los presidentes del régimen de partido de Estado, no se trata en su caso de un acto en el que se concentra el poder presidencial en el momento de elegir a su sucesor para que ese poder inicie su eclipse a favor del nuevo ungido y dar así continuidad a un ritual del poder que garantiza la continuidad del régimen; se trata de mantener a toda costa el paso del caballo de la política económica cambiando sólo de jinete, como si esa fuera ya la única manera que le queda de salvar un “Gobierno del cambio” que fue en realidad un sexenio perdido, una muestra difícil de superar de la inoperancia de la política lograda por un gobernante posmoderno que no se hace cargo del lugar que ocupa ni de las consecuencias de sus actos -ya antes había dejado avanzar la tentativa de ser sucedido en la presidencia por su esposa, sin tomar en cuenta los efectos catastróficos que en la historia de este país tiene cualquier intento que huela a reelección, así sea por interpósita persona.
Al apoyar ilegalmente al candidato de su partido Fox no sólo traiciona a la democracia, sino que traiciona también la lucha que él mismo llevó a cabo seis años antes, cuando conminaba al entonces presidente Zedillo –al que llamaba burlonamente “Zedillín”- a que sacara las manos de la elección. Con su proceder anula el acto que lo había colocado en la historia como el primer presidente de la alternancia, el que había sacado al PRI de Los Pinos -aunque no de la cultura y las prácticas de la clase política perteneciente a los distintos partidos. En condiciones políticas nuevas, que él mismo contribuyó a realizar, termina por repetir el gesto más característico del régimen que había combatido: la intromisión del poder presidencial en la sucesión. Al hacer esto, Fox borra el lugar que tenía en el entramado político que él junto con otros había contribuido a establecer, desatando consecuencias de las que no parece estar advertido. Los efectos de este pasaje al acto están a la vista de todos y han sumido al país en una de sus más graves crisis políticas y sociales[2].
La campaña de miedo que continúa hasta el día de hoy parece constituir nuestra versión nacional de la lucha contra el terrorismo, que convierte en un peligro a todo lo que ponga en cuestión al orden establecido, principalmente el orden económico ligado a la globalización neoliberal. El eslogan “López Obrador es un peligro para México” fijó el tono de inquina y miedo de la competencia electoral. Este clima no puede ser desligado de la demanda de eliminar a aquello que es situado como un peligro; en este caso el peligro no sólo es el candidato de la oposición de izquierda sino potencialmente todos aquellos que votan por él y se suman a su proyecto político. Así encontramos que en la página web de Felipe Calderón se encuentran dos videojuegos en los que un muñeco con la figura del candidato panista va aniquilando en su lucha a sus adversarios, el principal de ellos un monstruo llamado “el Peje”[3]. En este marco hay que tomar también el lapsus que comete Fox un mes y días antes de las elecciones, cuando al dar inicio a una campaña de salud dice: “El tabasqismo mata en todas sus formas, su consumo es la principal causa de mortalidad evitable en el mundo, por lo que todos tenemos la responsabilidad de luchar contra ese mal”. Para el mandatario se trata de una lucha a muerte en contra de su rival tabasqueño.
La existencia de un peligro que amenaza a la paz y al orden constitucional es una de las condiciones que hacen necesaria la instalación del Estado de excepción, en el que la inversión de los límites entre lo legal y lo ilegal vuelve prescindible la vida de categorías enteras de la población que no pueden ser incorporadas en la maquinaria política y económica. Cuando la defensa legal del voto es tratada como ilegal y las acciones ilegales de un gobierno se hacen aparecer como legales nos encontramos en medio de un Estado de excepción que opera en una dimensión específica de las relaciones de poder, aunque no sea declarado oficialmente como tal –en el cerco que el gobierno federal montó alrededor de la cámara de Diputados, con la ayuda de la Policía Federal Preventiva y el Ejército, tenemos además una zona geográfica delimitada que funciona bajo las reglas del Estado de excepción.
El Estado de excepción –característica presente en el campo de concentración nazi[4]- se ha convertido en paradigma de gobierno en las democracias occidentales, hasta el punto de confundirse con la norma, replanteando el régimen de lo humano por la vía de la exclusión de la diferencia: el encierro cautelar de los locos, de los presuntos terroristas, las limitaciones de las libertades civiles para asegurar la libertad, el control de los flujos de población a través de estrategias biopolíticas, etc. Pero si tomamos nota de la afirmación de Jacques Lacan en el sentido de que el lazo social concentracionario constituye la ganancia de una sociedad que sólo reconoce una función utilitaria[5], es necesario concluir que es el mercado, como forma dominante del lazo social en la sociedad posmoderna, el principal operador de esa suspensión del derecho propia del Estado de excepción. Son los requerimientos del mercado los que vuelven prescindible la vida de todos aquellos que no son integrables en los circuitos que constituyen los intercambios mercantiles. En un país como el nuestro, en el que más de la mitad de la población vive por debajo de los índices internacionales de pobreza, esta forma de “lazo social concentracionario” que promueve el mercado global suspende de facto las garantías individuales que la norma constitucional otorga a los ciudadanos mexicanos –derecho al libre tránsito y la reunión, a la educación, la salud, la vivienda, el trabajo digno, etc.
La sociedad democrática posmoderna se caracteriza por la caída de todos los sistemas de referencia que en otros momentos orientaron la vida de las sociedades humanas; este derrumbe se acompaña de la desaparición de toda figura del Otro cuya mediación permita organizar el conjunto del lazo social, por lo mismo no es posible encontrar ya un garante de los intercambios sociales que en nuestra época quedan entonces librados a la lógica del mercado. En otras palabras, todo valor simbólico que pudiera garantizar los intercambios entre los sujetos ha sido desmantelado a favor del valor monetario de la mercancía, que permea todas las formas de relación social provocando una transformación del orden simbólico que deja a cada sujeto en la desprotección más radical, sin el amparo del Estado ni del Otro para hacer valer su condición de ciudadano, es decir, no hay nada que garantice sus garantías individuales… a no ser su propia autonomía jurídica que lo deja a la deriva de los oleajes del mercado –como en esa historia, a la que extrañamente las dos cadenas televisoras dedicaron durante días mayor tiempo de transmisión que el destinado a la crisis postelectoral, de los náufragos mexicanos que sobrevivieron durante nueve meses navegando a la deriva.
En 1964 Lacan se refiere a la política en estos términos: “Ser objeto de negociación no es, sin duda, para un sujeto humano, una situación insólita, pese a la verborrea sobre la dignidad humana y los Derechos del Hombre. Cada quien, en cualquier instante y en todos los niveles, es negociable, ya que cualquier aprehensión un tanto seria de la estructura social nos revela el intercambio (…) Todos saben que la política consiste en negociar, y en su caso al por mayor, por paquetes, a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles”[6]. Después de poco más de cuarenta años podemos decir que las sociedades democráticas han superado con mucho lo afirmado por Lacan, la posmodernidad no sólo negocia el destino de los sujetos por cientos de miles o millones, sino que hace de cada uno un deshecho humano en potencia, al colocarlo en riesgo permanente de convertirse en homo sacer[7]: un despojo desprovisto de cualquier estatuto humano, un deshecho del mercado que ya no puede ser sacrificado, cuya existencia sólo es registrada en la estadística. La angustia en la que el sujeto se encuentra ante el lazo social concentracionario, cuestión que Lacan señaló en 1949, se ha convertido en forma de vida, en la compañera del habitante posmoderno.
Ahí está la raíz del miedo que la campaña panista y empresarial ha promovido con éxito, que hace aparecer un cambio en la política económica como un peligro en el que los ciudadanos mexicanos van a perder sus bienes, incluso aquellos que no pueden perder los bienes que nunca han tenido y que por miedo fueron a votar por un proyecto político que en el mejor de los casos les ofrece sobrevivir con un empleo. La concepción que aquí está en juego aparece en toda su crudeza en el comentario que hace una diputada panista el día del festejo del triunfo de Calderón en la sede nacional de su partido: “Se acabó el Primero los huevones. Ahora vamos a darles un empleo y a ponerlos a trabajar”[8]. El comentario no sólo revela un extendido prejuicio que explica el origen de las desigualdades sociales por el hecho de que los desposeídos son unos flojos, sino que lleva incluido un remedio para la pobreza y una visión de su futuro: el trabajo, ¡para sobrevivir tienen que trabajar más de lo que ya lo hacen! Como todavía se puede leer a la entrada del campo de concentración y exterminio de Auschwitz: “El trabajo os hará libres”.
La modificación del orden simbólico mencionada más arriba afecta a la estructura del tiempo humano, pues tiene como una de sus consecuencias la aparición de un futuro vaciado de referencias que orienten la acción de los sujetos hacia la posibilidad de un porvenir diferente. El futuro es ese tiempo constituyente de la subjetividad humana en el que Freud señalaba que el deseo se figura como cumplido, el tiempo en el que la fantasía que orienta al deseo de un sujeto despliega su argumento para hacer posible una vida humana vivible. Cuando el único futuro que la política posmoderna puede ofrecer se reduce a sobrevivir, estamos frente a una metamorfosis basada en un fraude que le arrebata a los humanos uno de sus elementos más distintivos.

Guadalajara, Jalisco, agosto de 2006.

Este trabajo, con ligeras modificaciones, fue presentado el 25 de agosto de 2006 en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara, en el marco de un ejercicio de clínica psicoanalítica denominado “Psicopatología de la vida política cotidiana”, en el que también participaron Alberto Sladogna, Federico Arreola, María Luisa González, Ulises Valdés y Xóchitl Vázquez.
[1] Durante el primer semestre de 2006 la Presidencia empleó 4 mil 82 horas efectivas de tiempo gratuito en televisión para difundir sus spots, por encima del tiempo empleado por el IFE, la Cámara de Diputados y la de Senadores. Mural. 3 de agosto de 2006. Nota de Armando Talamantes.
[2] El fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que este 6 de septiembre declara Presidente Electo a Felipe Calderón, afirma que la intromisión de Fox puso en riesgo la validez de las elecciones. Sin embargo, ni de ésta ni de ninguna de las múltiples anomalías que el Tribunal reconoce que se cometieron extrae consecuencia jurídica alguna respecto a la validez de los comicios, con el simple argumento de que no es posible comprobar los efectos que tuvieron en el resultado final. Se trata de un fallo que deja impunes los delitos electorales cometidos.
[3] Manzanos R. Felipe “terminator”. Proceso 1551. 23 de julio de 2006.
[4] Cf. Agamben G. Estado de excepción. Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires, 2004. También cf. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre-textos. Valencia, 2003.
[5] Cf. Lacan J. El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En: Escritos 1. Siglo XXI. México, 1989.
[6] Lacan J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Barcelona, 1987. p. 13
[7] Cf. Agamben G. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Ed. Cit.
[8] Público. 7 de julio de 2006. Nota de Diego Osorno.

lunes, septiembre 04, 2006

Es un anagrama, Ciro: odio, oído

(Le presentamos la versión escrita de la intervención del periodista Federico Arreola, en el ejercicio clínica psicoanalítica: Psicopatología de la política cotidiana, viernes 25 de agosto del 2006, en Guadalajara)

Es un anagrama, Ciro: odio, oído
farreola@milenio.com

El viernes, cuando se supo que Plutón ya no es planeta, varios columnistas de distintos diarios contaron el mismo chiste: “Exigimos un recuento planeta por planeta”. Son tan obvios, ¿no les dará vergüenza? Desde el 2 de julio casi todos los periodistas opinan lo mismo en prensa, radio y televisión: “López Obrador es un mesiánico y un loco; Calderón ganó a la buena, dejen de molestar”. Mi amigo Revueltas es un buen ejemplo de ello.Pero el mundo feliz no existe. Si a esos periodistas los felicitan los de arriba, los de abajo los desprecian. También el viernes, Ciro Gómez Leyva, un periodista profesional y honesto, lamentó las agresiones contra los comunicadores en un texto titulado “Odio”. Dijo que lo importante no son las amenazas ni los adjetivos arteros ni las mentiras: “Lo notable es el odio”. Buscando una explicación, Ciro recurrió a Lorenzo Meyer: “Para los que observan el país desde arriba, la parte de abajo resulta políticamente incomprensible, porque siguen a un ‘líder mesiánico’ o porque ‘se volvieron locos’. Y para los que ven desde abajo, todo lo de arriba es inaceptable, porque es el espacio de los ‘corruptos sin llenaderas’”. Ciro se ha preguntado si algún día remontaremos el odio. De eso se trata, para eso resistimos. Es que, para dejar de odiar al ladrón, ayudará quitarle lo que ha robado.Por lo demás, le cuento a Ciro lo que dijo el viernes el sicoanalista Alberto Sladogna en Guadalajara: odio es un anagrama de oído. Odio por lo oído. Lo oído en tantos medios que han tomado partido tan abiertamente por los de arriba.